España es el tercer país de la UE con el índice de criminalidad más bajo, y por lo tanto del mundo. Se cometen 43,7 infracciones penales por cada 1.000 habitantes, ocho puntos por debajo que diez años antes, frente a las 61,3 de media de la UE y las 147,9 que acumula Suecia, que encabeza esta lista de 14 países. A Suecia le siguen Bélgica (96,8), Dinamarca (79), Finlandia (78,8), Alemania (73,3), Luxemburgo (71,7), Países Bajos (68,1), Austria (65,2), Reino Unido (64,6), Francia (54,7) e Italia (47,5). España es un referente internacional en la lucha contra la criminalidad, y uno de los países europeos más seguros. La delincuencia más violenta ha sido una de las que ha registrado un mayor descenso.
No obstante, si nos centramos en las muertes por causas externas, lo primero a señalar en las cifras aportadas por la OMS es que más del 30% de los 5 millones de muertes por causas externas se debieron bien a lesiones autoinflingidas (suicidios), bien a lesiones por violencia o guerra. Además la OMS espera un aumento de las muertes debido a lesiones intencionadas para el año 2030, tanto debidas a suicidio como a episodios de violencia-guerra. Estimaciones conservadoras llevan las cifras hasta los 800.000 fallecidos/año por esta causa, siendo además incontables los intentos fracasados. Una tasa anual mundial de 11,4 por cada 100.000 habitantes, una muerte por suicidio cada 45 segundos.
Entre esas causas externas de muerte destaca el espectacular descenso de las muertes por accidentes de tráfico, y el incremento de las debidas a suicidio. De hecho, el suicidio se sitúa en los últimos cinco años como primera causa externa de defunción, con miles de fallecidos tanto en España como fuera. A su vez, dentro de esas causas externas una de las más relevantes es la muerte por arma de fuego; una tendencia que comenzó hace unos años. De nuevo la OMS insiste en que una estrategia preventiva clave es la restricción legal del acceso a medios utilizables para suicidarse, estima que este tipo de legislación provocaría una reducción de al menos un 20% en número de muertes por suicidio.
Pese a todo, los datos son escalofriantes. En los últimos 25 años más de 8.500 personas han muerto en España a causa de las armas de fuego, ¡casi uno diario! De ellos un 70% son suicidios.
Los datos en Estados Unidos son terribles, estamos hablando de más de un millón y medio de muertos en menos de 50 años. Según datos de la organización Brady y su “Marcha de un Millón de Madres” por una América más segura, más de 32.000 personas mueren anualmente a causa de las armas de fuego, 30 muertos por millón de habitantes, una de cada tres personas conoce a alguien que ha sido tiroteado, 31 personas diarias son asesinadas con armas de fuego y 151 ingresan en urgencias por agresiones con armas, diariamente 55 personas se suicidan recurriendo a armas de fuego y 46 reciben heridas graves o mueren en accidentes con armas cortas, miles de menores de 19 años han fallecido en la última década, constituyendo uno de los grupos más vulnerables a la exposición y uso de armas de fuego.
Y es que la presencia de armas en el hogar multiplica por 22 la probabilidad de mal uso (violencia doméstica, suicidio, o disparo accidental) respecto de la existente de ser utilizada en defensa propia, algo aterrador en un país en el que hay, como promedio, prácticamente un arma de uso privado por habitante, 321 millones. El último informe del National Instant Criminal Brackground Check System del FBI señala que en la última década realizó más de 100 millones de verificaciones y de ellas unas 700 mil fueron rechazadas, lo que equivale al 0.70% del total, ¡se deniega menos de un 1% de las peticiones! El pasado año se revisó la solicitud de licencia de más de 23 millones de personas que iban a comprar un arma, vendiéndose al mes más de millón y medio de armas. Son datos que muestran la permisividad del sistema, y no son extrañas en un país que acoge a casi el 5% de la población mundial, pero a un 45% de las armas en manos civiles de todo el mundo. Y es que, no lo debemos olvidar, Estados Unidos es uno de los pocos estados del mundo donde el derecho a portar armas está protegido por la Constitución. Buena prueba de la relevancia del tema es que el problema de la regulación de la compra y posesión de armas de fuego ha sido un tema habitual de debate en las recientes elecciones americanas con Clinton defendiendo la necesidad de aumentar el control y Trump defendiendo que es un derecho constitucional que no puede ser regulado.
¿Qué requisitos tiene que cumplir una persona que quiera tener un arma en nuestro país? ¿En qué consisten las evaluaciones que se realizan para la adquisición de la licencia de armas? ¿Y en concreto la evaluación psicológica?
Los requisitos varían en función del tipo de licencia, aunque en ningún caso deberán existir antecedentes penales ni sobre violencia de género y, además, deben superarse las pruebas de aptitud psicofísica necesarias. Según el tipo de licencia, el aspirante a portador de armas deberá también someterse a los exámenes teóricos y prácticos correspondientes.
Para adquirir la licencia de armas el aspirante debe someterse a una exploración médico-psicológica y cumplir los requisitos que exige la legislación vigente, siguiendo el protocolo establecido. Las pruebas que se realizan en las exploraciones tienen por objeto comprobar que no existen enfermedades o deficiencias que puedan suponer incapacidad para tener o usar armas, asociadas con la capacidad visual y auditiva; los sistemas locomotor, cardiovascular, renal, respiratorio, endocrino y neurológico; trastornos hematológicos; enfermedades ginecológicas; infecciones; problemas dermatológicos; trastornos mentales y de conducta; dificultades perceptivo-motoras, de toma de decisiones y problemas de personalidad, o cualquier otra afección, trastorno o problema, no contemplado en la legislación, que pueda suponer una incapacidad para tener o usar armas o para prestar servicios de seguridad privada. En cualquier caso, existen determinadas limitaciones o adaptaciones que pueden establecerse según el tipo y gravedad del problema que presenta el aspirante.
Con la exploración psicológica de los aspirantes se trata de descartar la existencia de trastornos por consumo de sustancias, trastornos del sueño y trastornos de personalidad. Por otra parte, mediante las baterías de pruebas estandarizadas, homologadas y debidamente calibradas, se trata de evaluar, por un lado, la presencia de alteraciones en la aptitud perceptivo-motora y en la toma de decisiones, y por otro, las puntuaciones obtenidas en factores de personalidad específicos o en inteligencia.
¿Considera esta evaluación psicológica suficiente y adecuada para determinar la idoneidad o no de una persona para adquirir la licencia?
El objetivo principal que persigue el examen psicotécnico es evaluar y emitir un dictamen sobre la aptitud psicológica en personas que realizan actividades de riesgo que puedan comprometer su seguridad o la de terceros, siguiendo los criterios marcados por la normativa vigente aplicable según se trate de un permiso u otro. En ningún caso podrán tener ni usar armas, ni ser titulares de las licencias o autorizaciones correspondientes, las personas cuyas condiciones psíquicas o físicas les impidan su utilización, y especialmente aquellas personas para las que la posesión y el uso de armas representen un riesgo propio o ajeno.
Aunque las aptitudes pueden variar en función de la actividad desempeñada y del nivel de riesgo en ella existente, en general se plantea evaluar variables como: La estimación del movimiento, los tiempos de reacciones múltiples, la coordinación visomotora, la inteligencia práctica, la toma de decisiones y la tendencia a la transgresión de normas, marcadores de riesgo de personalidad, así como la ausencia de trastornos mentales o de conducta, u otras características personales de relevancia en la evaluación psicológica. Una evaluación que se realiza mediante múltiples instrumentos diagnósticos homologados, calibrados y basados en la evidencia. En este sentido habría que profundizar en el tema de las pruebas de cribado, e incorporar instrumentos que evalúen la disimulación, dado el carácter también “forense” de la exploración. Valoraciones que deben apartar de las armas a aquellas personas que sufran trastornos mentales y de conducta, tipificados en las clasificaciones de referencia, y aquellas con dificultades perceptivo-motoras, de toma de decisiones, y/o con problemas de personalidad o con un nivel intelectual inadecuado. No basta con estar en óptimas condiciones físicas, ni con tener un nivel intelectual medio, ni con poseer unas destrezas psicomotoras envidiables, precisa del apropiado equilibrio y uso racional de todo ello, algo que sólo un psiquismo sin factores disposicionales adversos o sin trastornos propicia.
Las pruebas psicotécnicas y psicológicas que se utilizan, incluso diría más, que se pueden (y en algún caso deben) utilizarse, cumplen su función, puesto que así lo demuestran los estudios que las valoran y las ponen en valor, incluso aplicadas en la detección de demencias y deterioro cognitivo leve, sobre todo ahora que dada la distribución de la pirámide de población, y el número de personas mayores que conviven con armas de fuego, este tema está resultando cada vez más relevante.
Pensamos que su papel es mucho más relevante del que la ciudadanía le atribuye. Es la única barrera respecto a un acceso casi indiscrimado a las armas de fuego, basándose, además, en un juicio profesional experto, anclado en instrumentos de reconocido prestigio. Por eso, en ocasiones resulta incomprensible que su importancia suela ser disminuida e incluso denostada por parte de la propia Administración, por influencia de intereses ajenos, y en demasiados casos también por el tratamiento sensacionalista de los medios de comunicación. Sin duda es cierto que hay Centros que no cumplen los estándares, incluso alguno vulnera la ley, pero ya los antiguos lógicos decían que no se debe tomar la parte por el todo, que por el mal hacer de algunos, todos sean condenados, máxime cuando en manos de la administración hay un potente antídoto contra la mala praxis, el control del cumplimiento de lo legislado y la exigencia de estándares de calidad y formación continuada.
Desde hace años venimos insistiendo en que el modelo de evaluación está desequilibrado a favor de los criterios de capacidad física, a pesar de que la literatura científica insiste en que es más relevante el uso responsable y saludable de las competencias que las propias competencias. Por ello, defendemos explícitamente la necesidad de clarificar la determinación competencial de las psicólogas y los psicólogos, ya profesionales sanitarios equiparados, véase por ejemplo la Ley 35/2015, en términos de igualdad a las y los psiquiatras a la hora de valorar daños psicológicos y del comportamiento; no tiene sentido que no se establezca legalmente ese papel de especialistas, además de en las dimensiones psicofísicas y psicológicas ya recogidas en la legislación, en el caso de la toma de decisiones respecto a los trastornos mentales y de conducta, es inadmisible que en centros de reconocimiento de actividades profesionales o competencias donde se exige la presencia de profesionales de la Psicología continúen siendo titulados como “Centros de reconocimiento médico”.
Según su juicio de experto, ¿Qué aspectos de esta evaluación habría que mejorar para que fuera más eficaz?
En primer término indicar que, diferentes estudios, muestran que en general cumplen con su cometido, y previenen, ya que detectan problemas de salud desconocidos en muchos casos para quienes los padecían, y por tanto mejoran los niveles de salud de la población general, además de detectar problemas específicos invalidantes. Recordemos que el objetivo de la normativa no es impedir, sino conseguir que quienes posean armas de fuego y/o presten servicios de seguridad privada las utilicen con seguridad, responsabilidad y control. Más que predecir el mayor o menor riesgo, pretende establecer (o prever) el nivel de deterioro, o de posible deterioro, de dimensiones físicas, psicofísicas y/o mentales relevantes para un desempeño adecuado de actividades de riesgo.
Para mejorarlo, y quiero resaltarlo, resulta totalmente necesario dar mayor entidad y dimensión a la evaluación psicológica, ya que resulta absolutamente determinante por cuanto que es el estado psicológico el principal determinante de la toma de decisiones en cualquier actividad de riesgo que realiza el ser humano. Queramos reconocerlo o no, la presencia y, en consecuencia, el fácil acceso a las armas de fuego incrementa el riesgo, por acción u omisión, de un mal uso, por lo que la revisión preventiva de quienes quieren disponer del permiso para tenerlas (y utilizarlas) o mantenerlo, o de quienes van a ejercer funciones de seguridad privada parece necesario. Es más, los datos son consistentes y abundantes a este respecto. En la Declaración de Ginebra se establece que 9 de cada 10 de las 750.000 muertes violentas (hombres, mujeres y niños) que ocurren cada año al margen de las situaciones de conflicto armado son consecuencia de mal uso de armas de fuego.
Si bien la exploración se realiza en el mismo lugar y con los mismos medios que las valoraciones de los conductores, no existe, volvemos a decirlo, ningún protocolo fijado en este caso, como si existe en el ámbito de los conductores (Ministerios de Sanidad e Interior, 2007). Debería desarrollarse, y ser aceptado por las Administraciones implicadas, un protocolo propio y específico para los aspirantes a la obtención/renovación de permisos, licencias y tarjetas de armas y para las habilitaciones para prestar servicios de seguridad privada. En este mismo contexto habría que elaborar también un modelo de Historia clínica específica.
Parece oportuno ofrecer al menos un replanteamiento del proceso evaluador, así como el establecimiento de anexos de enfermedades y deficiencias diferenciados para los distintos colectivos (conductores, tenencia y uso de armas, seguridad privada con y sin armas). Parece necesario que se diferencie entre los criterios para la valoración de las condiciones de aptitud psicofísica para el permiso o licencia de usuarios privados de armas y los necesarios para la acreditación de seguridad privada. Asimismo, esos criterios deben tener en cuenta y distinguir los distintos tipos y usos que de las armas se haga o se vaya a hacer, así como las diferentes actividades a desarrollar en el ámbito de la seguridad privada.
En el caso de los trastornos mentales y del comportamiento habría que actualizar los anexos para ajustarlos al DSM5, o a la CIE10, no tiene sentidos mantener unos contenidos desfasados de hace casi 20 años, puesto que en ciencia 20 años si es mucho.
Sería necesario también actualizar no solo las causas de denegación de los permisos administrativos preceptivos, sino también las causas restrictivas de los mismos y tomar en consideración posibles adaptaciones. Pero además, es evidente que se necesita más y mejor investigación, no tanto para la confección de nuevos instrumentos diagnósticos, que obviamente también, o para cumplir con potenciales exigencia de una nueva y, por cierto, necesaria, nueva homologación de pruebas, sino para aumentar la capacidad predictiva de las existentes y más habitualmente utilizadas por las y los profesionales de los Centros. Estudios en los que se analicen las relaciones entre las diversas aptitudes psicológicas, variables de personalidad predictoras de riesgos concretos, y el desempeño, serían oportunos, pero la investigación necesita de recursos y este campo de la prevención de comportamientos de riesgo relacionados con armas de fuego y seguridad todavía es escasamente receptor de ellos.
Es necesaria más investigación, como ésta que ha apoyado el Consejo, más formación, más innovación y más transferencia. Pero, muy especialmente, hace falta la determinación competencial del papel decisivo e indispensable de la evaluación psicológica.
Para finalizar, ¿quiere añadir algo más sobre este tema?
Compartimos la propuesta de la APA de que debería planificarse una amplia aproximación de salud pública para la prevención de problemas de salud pública como son las muertes y lesiones por armas de fuego, ya que se trata de una aproximación científica que ya ha mostrado su eficacia en otros problemas de salud pública. En este marco se inscribe el vigente modelo de prevención primaria, puesto que se orienta a evitar riesgos para la salud mediante la detección precoz, y en su caso el control, de ciertos factores causales y/o predisponentes o condicionantes de conducta de riesgo inaceptables. Pretende reducir los factores de riesgo e incrementar los de protección, ayuda a romper el proceso de incubación del accidente previniéndolo. Desde esta óptica controlar el acceso a las armas de fuego es un denominador común de cualquier estrategia eficaz contra la violencia armada, reducir el generalizado acceso a las armas de fuego ha sido y es un objetivo central de cualquier estrategia preventiva.
Dentro de esta aproximación sería interesante, y es una obviedad, mejorar el sistema de salud mental, tanto en atención primaria como especializada, incrementando y agilizando sus recursos, coordinar más y mejor las instancias responsables, desarrollar un sistema universal accesible a los profesionales sanitarios de los centros que recogiese datos sobre incidentes de violencia con arma de fuego, o que se exigiese historial actualizado de salud o extracto de consumo farmacéutico,…
Recordar que el artículo 17 del vigente Código Deontológico entre otras cosas señala que “Forma parte de su trabajo el esfuerzo continuado de actualización de su competencia profesional”. Por lo que abogaría por unos conocimientos mínimos de partida para comenzar a trabajar en el ámbito de la psicología de la seguridad, y un reciclaje periódico.
Y, desde luego, y ya insistimos en ello, un apoyo decidido a la investigación en este ámbito, así como un mayor compromiso en general con el buen funcionamiento del modelo de las administraciones responsables.
Sin perjuicio de lo anterior, sí que hay algo que es fundamental: el incremento de la inspección sanitaria y la presión judicial, para que se realicen correctamente las exploraciones. Lamentablemente, ante las presiones que reciben algunos de los profesionales de la Psicología en los centros, no es suficiente, aunque sí indispensable, una adecuada deontología que les pueda defender de tales presiones.
El hecho que desde el Consejo General de la Psicología se apoye la creación de la División de Psicología del Tráfico y de la Seguridad puede suponer el impulso definitivo que esta área de especialización de la Psicología viene necesitando desde hace años, recordando que no en vano ha sido en este ámbito en el que inicialmente los profesionales de la Psicología empezaron su reconocimiento legal como profesionales sanitarios.
Investigador Principal en el contrato de investigación: “PROPUESTA DE MODIFICACION DEL REAL DECRETO 2487/1998, POR EL QUE SE REGULA LA ACREDITACION DE APTITUD PSICOFISICA NECESARIA PARA TENENCIA Y USO DE ARMAS Y PARA PRESTAR SERVICIOS DE SEGURIDAD PRIVADA”.
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